domingo, 11 de julio de 2010

Sermón de Soledad 2010

El sermón de Soledad es una reflexión realizada a medio camino de la salida penitencial durante la cual, cesan los rezos y el tambor destemplado que acompasa el trono de Nuestra Señora. El origen de este acto se remonta hasta la década de los 60, cuando anecdóticamente la lluvia hizo aquel año acto de presencia sorprendiendo a la cofradía en plena salida procesional, de manera que la obligó a encontrar refugio en el atrio del convento de las Claras, gracias a Don Francisco Ros Alférez, quien permitió gentilmente que la procesión se resguardara. Mientras tanto, se solicitó a la comunidad de clarisas que abrieran las puertas de la iglesia en espera de que el temporal diera tregua para un regreso. Sin embargo, la lluvia era tan persistente que fue imposible efectuar el regreso, y en vista de eso, mientras tanto, el Padre Jesús aprovechó las circunstancias para meditar sobre el papel de la Virgen María en la Pasión de Cristo y fue así como nació el Sermón de la Soledad y del que se repetiría cada año hasta nuestros días.

Sin embargo, el cierre del citado convento, ha afectado al lugar del acto, trasladándose por vez primera en este año 2010, a escasos metros, junto a la tribuna de los pobres.

He aquí la reflexión, así como el video que recoge este momento, grabado por el canal Velevisa TV:

Silencio. Oscuridad. Abandono. Soledad. !Mirad... Mirad su rostro! !Contemplad su semblante! No hay dolor semejante para el corazón de una madre: Arrancar de la vida a su Hijo. Es solo un momento. Es solo un instante. Todo tiene su porqué. Todo tiene su razón de ser.

María vive el gozo como mujer de ser madre. Siente la vida como un regalo de Dios en la criatura que se va gestando en sus entrañas hasta que le da a luz. Hasta que viene a este mundo. Hasta que lo pare. Y como madre le va siguiendo la pista; va siguiendo sus pasos y se preocupa. Y se admira de lo que hace y de lo que dice su Hijo. Lleva esperanza, consuelo, perdón, misericordia, piedad, compasión, amor, vida, salud, salvación...

Pero verlo humillado, traicionado, abandonado, insultado, azotado, muerto... Le parte el alma. Pero confía, espera, ama... Confía en que nosotros descubramos en Jesús, su Hijo, el camino. El camino que hay que recorrer para poder ser mejores personas. Mejores cristianos con quienes nos rodean. Espera que nosotros descubramos en Jesús, su Hijo, la verdad. La verdad de nuestra condición humana. Dios nos ha creado para amar, no para odiar, ni matar. Ama hasta el punto en que nos invita a descubrir en Jesús, su Hijo, la vida. La vida que llevamos por dentro y que nos une a Dios. La vida eterna. Y María es testigo de eso. De esperanza, de fe, de amor... aunque el corazón esté roto.

Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto. Jesús ha caído en la tierra de la injusticia, de la traición, del abandono, de la angustia, de los interes creados, de la envidia, del egoísmo, de lo peor que del ser humano puede salir. Jesús cae en tierra y muere. Muere porque sabe que podemos cambiar. Muere porque nos da una nueva oportunidad de hacer, de construir una nueva humanidad. Me da la posibilidad de dejar atrás mis vicios, mis abusos, mis envidias, mis venganzas, mis rencores, mis prejuicios, mis indiferencias, mi orgullo, mi soberbia, mi egoísmo. Me da la posibilidad de abrir los ojos del corazón para acoger esa luz de la vida. De esa nueva vida, de la Resurrección. Me da la posibilidad de hacer realidad ese mandamiento que nos dejó de palabra y de obra. Y que recordamos en estos días: "Amaos los uno a los otros, como yo os he amado".

Pongámosno en el regazo de María y aunque roto por nuestros pecados, miedos, temores, penas, dolores, angustias, sufrimientos, envidias, odios, rencores... sintamos la ternura de esa Madre que en su Soledad ama, confía y espera ver en nosotros la gloria de Cristo Resucitado, que nos hace criaturas nuevas, por la nueva vida que Dios nos da en Jesucristo Resucitado.

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