Con motivo de la conmemoración del día que la Iglesia dedica a los Fieles Difuntos, la cofradía de la Soledad ha querido recuperar la iconografía de la imagen de la Virgen vestida como lo hacían las viudas nobles castellanas de mediados del siglo XVI.
En 1.560, Isabel de Valois llega a España tras sus esponsales con el rey Felipe II.
Entre los numerosos objetos de arte que traía de la refinada corte francesa, se encontraba un óleo de Nuestra Señora de la Soledad de gran veneración en aquella Casa Real.
El confesor de la reina, solicitó permiso al rey para esculpir una imagen similar a la del lienzo y exponerla al culto público en el convento de la Victoria de Madrid. El encargo recayó sobre el escultor Gaspar de Becerra.
Se suscitó debate sobre la indumentaria más apropiada para la imagen de la Virgen al ser ésta de vestir.
La Camarera Mayor de la Reina, doña María de la Cueva y Álvarez de Toledo, condesa viuda de Ureña, sugirió que se adoptase la de las viudas de la nobleza castellana y donó uno de sus mejores trajes para tal fin.
La imagen de la Virgen de la Soledad así ataviada suscitó una particular devoción en el pueblo y su iconografía se extendió rápidamente por toda España y por los territorios europeos y americanos que pertenecieron a la corona española. Aunque persiste en la actualidad no es muy conocido el origen y significado.
Esta indumentaria reproduce fielmente la de aquella imagen de mediados del siglo XVI.
