jueves, 12 de agosto de 2010

Fragmento del pregón 2010


D. Antonio Galán Santana

La iglesia de Ntra. Sra. de Gracia, pequeña, distinguida y acogedora, fue sede de tantas cofradías como capillas tiene en su interior. Quizás el tiempo haya borrado de la memoria que Nuestra Señora de la Soledad estuvo en ella durante años.

Desde allí, daba comiento en las madrugadas del Sábado Santo la procesión de Servitas. Nombre por el que se conocía esta imagen de la Virgen. Cofradía conventual en sus orígenes más remotos. En la década de los setenta, cambió su sede canónica por la de San Francisco, quedando al culto en la capilla que ocupó años atrás Santa María Magdalena. Desde entonces, cuando la Virgen de la Soledad abre las puertas del templo franciscano, todo está consumado. Las Escrituras se han cumplido. Cristo ha muerto.

Las tinieblas envuelven la fría madrugada. Sombrías quedan las calles para que la luz no moleste los ojos llorosos y compungidos de la Madre, desconsolada sin consuelo.

Cofradía de estilo sobrio, impera lo sencillo pero riguroso. Numerosos fieles de todas las edades la acompañan con incesantes rezos. Donde los aplausos son silencios, los vivas oraciones y las marchas procesionales cánticos a viva voz.

Cuando de regreso el destello de su corona de plata ilumina las naves de San Francisco va surgiendo la necesidad alegre de decirle: "Madre de la Soledad, seca las lágrimas de tu primoroso semblante, no estés afligida, aparta el desconsuelo y la tristeza, porque la muerte no es el final, es el principio de la vida eterna. Desde San Juan, al tercer día, tu Hijo Jesús resucitará."

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